Los anfibios son el grupo de vertebrados más amenazado, sensible a casi todas las amenazas que afectan a la biodiversidad, tanto globales como locales. Cuando generan afición, a menudo lo hacen como objeto de coleccionismo, con nefastas consecuencias. Sin embargo, no gozan de la simpatía popular que convierte a otros taxones en protagonistas de la imaginería conservacionista. Tal vez por ello, la información disponible sobre la situación de sus poblaciones es escasa y los programas de seguimiento son contados. Paradójicamente, los esfuerzos por la conservación de estas especies garantizarían la conservación de muchas otras, así como de los paisajes que los acogen. Para ello es necesario conocer la situación de sus poblaciones y los factores que amenazan su permanencia. Pero, para establecer planes de seguimiento, tanto para paliar la falta de información actual como para evitar la futura, hay que conocer las dificultades que entraña seguir sus poblaciones.